Carlos Fraga: “El cambio viene a través de procesos y no de sucesos”
El periodista y motivador explica que, para no caer en el pesimismo, es necesario reevaluar siempre las expectativas y construir la individualidad
Detenerse, respirar y agradecer son palabras fundamentales para Carlos Fraga. El comunicador social, conferencista y motivador señala que la educación emocional y los momentos para construir la fortaleza individual son fundamentales para navegar, de la mejor manera posible, la crisis que vive Venezuela.
No niega la situación actual ni la ignora, pero rescata la importancia de no dejarse abatir. A pesar de la escasez, los asesinatos y la represión, el conductor de La vida es hoy, que transmite Televen, asegura que hay un país que ha cambiado. “Mucha gente ve a Venezuela destrozada, que sí lo está. Pero hay una parte de nuestra nación que en silencio hace cosas fantásticas. Tengo la esperanza suprema de un país maravilloso”, añade.
—En medio de la crisis que vive Venezuela, ¿cómo se hace para no perder la esperanza?
—Hay varias cosas. Lo primero es que hay que revisar permanentemente las expectativas que se tienen. El imaginario social se apega a sucesos y no a procesos. Evidentemente toda la acción que lleva a cabo la mayoría del país es algo compleja, difícil. El cambio viene a través de procesos y no de sucesos. Eso hay que revisarlo en cada uno de nosotros y preguntarnos ¿en qué estaban mis expectativas puestas?
—Para ello hay que tomar en cuenta varias cosas…
—¡Evidentemente! Lo que vivimos ahora es una situación muy inédita, inscrita en la ausencia de una educación emocional. Nos volcamos sobre eso, nos olvidamos de nosotros mismos, de nuestra individualidad. Y eso es válido porque no hay una formación que nos permita ver qué pasa con nosotros, como individuos, en momentos como este. Hay que entender que somos parte fundamental. Yo soy Venezuela, y si me pasa algo, ¿qué significa el país para mí? Todo eso hay que pasarlo por el tamiz de una educación emocional y este es el momento de darla.
—La sociedad venezolana está muy herida.
—Sí, producto de todos los golpes que hemos recibido, de unos cambios locos, estamos todos muy heridos. Y el problema de los seres humanos, de los grupos sociales, es que si no reconoces esa herida solo la vas a ahondar. Oscar Misle dice que hay heridas que muerden y otras que florecen. Las heridas no son malas, nos ayudan a madurar, a ser más fuertes, siempre que les permitamos un proceso de curación. Pero hay que reconocerlas porque cuando no nos damos cuenta de lo herido que estamos, reaccionamos desde la rabia y la indignación, ambas muy válidas, y son estas las que van a protagonizar nuestro día a día. Y eso se ve cuando se cuestiona todo: si hay trancas, es porque hay trancas; así con las marchas, con los anuncios políticos, con todo. Eso son heridas que muerden. Solo el florecimiento de esas heridas van a permitir que un grupo humano sea perseverante, con trabajo permanente, en este cambio que todos queremos. El registro de expectativas sobre los sucesos, y no sobre los procesos, es lo que genera la desesperanza. Comienzan a hablar los egos, que soslayan la posibilidad de un encuentro.
—Dice que hay que comenzar a trabajar desde los procesos y no reaccionar ante los sucesos, ¿cómo se hace para no convertirse en un pesimista convencido y no agotarse?
—Todo proceso social de esta magnitud, con 19 años de data, evidentemente implica el agotamiento. Por eso la reevaluación de la individualidad, de quién soy yo, es fundamental. Porque aunque lo que sucede afuera me afecta, hay una parte de mí que es absolutamente mía, que no estoy dispuesto a vender ni a empeñar. Estamos llenos de conocimientos, pero no hemos aprendido qué hacer con la negativa y la infelicidad, por ejemplo. Un hecho de tanta trascendencia como el que estamos esperando, siempre va a implicar un golpe emocional, sin duda. Pero no hay que negociar nunca los principios fundamentales, sin perder la esperanza.
—¿Y cómo se hace para no perderla?
—Saber qué te da esperanza: un amanecer, estar vivo, saber que amo y que me aman, que voy a llegar a mi casa y voy a ver a mis hijos, entre muchas cosas. Permitirte dos segundos para ti, codificar los regalos que vienen en las pequeñas cosas: una ducha, algo de comida en la nevera. En la medida en que seamos capaces de ver el milagro diario no perderemos la esperanza.
—¿Cómo se construye la individualidad en medio de un proceso como este?
—Cuando anclas en cosas fundamentales. Ese es el trabajo que yo aspiro a hacer. El anclaje básico de meter la llave en la cerradura de tu casa, cuando lo hagas detente un segundo, tómate un tiempo para respirar y agradecer que estás llegando a tu sitio de seguridad. Hay que ser capaces de ver la luz en medio de la oscuridad.
Con optimismo
Carlos Fraga es enfático al afirmar que ser optimista no está necesariamente separado de ser realista. “Hay una realidad noticiosa que no puede ser ignorada. Y hay otra que, en paralelo, sigue adelante. En medio de los lamentables asesinatos en una marcha, también hay niños naciendo, parejas diciéndose ‘te amo’, y eso también es realidad. La realidad no es solo la asamblea constituyente ni que haya diputados que puedan ser traidores. Eso lo participo y lo combato. Esto no es una cueva, esto va a terminar, esto es un túnel. Ahora, ¿quiénes vamos a salir de allí? ¿De qué nos sirve una serie de seres frustrados, heridos, para construir un nuevo país? Esta lucha de más de 100 días ha sido importante, pero no se ha dado a la velocidad de nuestras heridas, porque el alma tiene otra velocidad. Ha sido la danza de los pesimistas, pero hay que abrir las cortinas”.
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